La Máscara


Para mí la máscara siempre ha sido un test de la capacidad de un actor para comunicar, y además no falla, todo aquel incapaz de soportar la máscara, mal lo tiene para expresarse en un escenario.

Mi contacto con la máscara fue totalmente casual, que en el transcurso de los más de 20 años que la conozco me ha servido de timón para mi carrera teatral.


Es un elemento ritual, vivo, mutante y que sirve al actor para "camuflarse" y llegar a ese punto de "trance" y "exorcismo" para apropiarse del espíritu de otro personaje.


A quien no haya tenido la oportunidad de encontrarse con la máscara le resultará difícil creer que este diminuto elemento, si lo comparamos físicamente con el cuerpo del actor, sea capaz de transfigurar a una persona y hacerse acreedor del espíritu de otro. Pues es así, es ella precisamente la que cambia al actor y no al contrario.


Máscaras las podemos encontrar de todas las formas, países y colores imaginables, pero lo que seguro que une a todas es esa capacidad ritual de transportar al actor y al público a situaciones insospechadas y que ha fascinado desde los albores del hombre como medio teatral, espiritual, religioso, ritual....Los balineses ya creen que el espíritu lo ha engendrado un dios en forma de árbol y que ellos lo único que hacen es apropiarse de él y transformarlo en una forma visual y palpable. Pero para poder hacerlo se necesita del "médium" que entre y produzca el "trance" a los espectadores.


Todo aquel que piense que puede dominar a la máscara y estar por encima de ella lo único que conseguirá es transmitir una parodia deforme y estúpida de ese misterio que la vio nacer.